Wednesday, November 15, 2006

PAISAJE DE FOGÓN

LAS LLANTAS SE nos hicieron pedazos; una de ellas tiene veintisiete parches. En el arenar se podían freír huevos de lo caliente que estaba, y todos los hombres, menos el General Molina y yo, terminaron insolados.
Es la tercera vez que recorremos el desierto por tierra. Exploramos hasta una región agreste que derrite y empavorece con su calor de hornaza y su silencio casi absoluto: un erial con gigantescas oquedades en forma de cráteres apagados y enormes dunas vírgenes que cubren todo el horizonte.
Molina iba manejando y juró haber visto a alguien que le hacía señas, pero al acercarnos comprobamos que sólo era una gobernadora mecida por el viento y no uno de los cuatro hombres desaparecidos. Total: regresamos cuando amainó un poco el calorón, por estar mal equipados para pasar la noche. Como quien dice: no hay que jugársela así nomás a lo tarugo.

HOY LA BÚSQUEDA duró más tiempo. Al Jefe ya se le echa de ver su miedo. Sabe que tiene toda la responsabilidad si la brigada muere, y contrató por fin los servicios de un avión Cessna piloteado por el gringo McGregor. Los acompañé en los primeros reconocimientos. El avión siguió la línea del ferrocarril hasta el kilómetro 132 y a partir de allí se internó por diferentes rumbos del desierto, pero no encontramos ni rastro de Bravo Menescal ni de ninguno de los otros. Observé al gordo del Jefe dándole instrucciones al Bolillo, como si él fuera aviador.

ENTRE OTRAS DISPOSICIONES igualmente pendejas, el Jefe ordena que el Departamento de Compras adquiera cohetes de señales. Vaya momento de prevenir accidentes. Después de ahogado el niño tapan el pozo. ¿Estarán aún vivos? No puedo preguntármelo sin temblar.

EN SONOITA DICEN que el ingeniero Bravo Menescal días antes de su desaparición en el desierto, invitó a comer a sus amigos de más confianza. En la conversación de sobremesa recordó la leyenda esculpida en piedra en la fachada del hotel Bárbara Worth, al otro lado de la frontera:

El desierto te espera abrasador
Y fiero en su desolación
Guardando sus tesoros
Bajo el signo de la muerte
Contra la llegada
De los poderosos y los fuertes

No sabía que el desierto realmente lo esperaba. Los jefes de la capital habían decidido localizar un nuevo trazo entre la Coconeta y Puerto Peñasco, del kilómetro 120 al 200, para satisfacer los deseos de ricos industriales de la zona que quieren explotar seriamente las salinas existentes muy cerca de la costa. En el momento de la convocatoria no fue muy bien la cosa y Bravo Menescal fue el único que pidió encargarse de la localización de esa vía…

AQUÍ CREO QUE está la primera causa de la tragedia: Bravo Menescal tenía gran empeño en demostrar que su brigada realizaba trabajos que otros regían. Setenta o noventa kilómetros de trazo en el desierto eran nimiedades para sus hombres. Harían el trabajo en tres semanas: en ese lapso llegaría su esposa al campamento, y ambos celebrarían su primer año de casados en San Diego. Esto, claro está, si el Jefe les conseguía el permiso o las vacaciones que aún no disfrutaba…
Aquí intuyo la segunda causa de la tragedia: a fecha fija, el ingeniero Bravo Menescal iba a celebrar un acontecimiento importantísimo para su vida. Tenía pues que joderse y terminar el trazo en un término de diecinueve a veinte días…

PARADAS, LAS MÁQUINAS de terracería esperaban línea. Esto obligaba a Bravo Menescal a reconocer perímetros de unos doce a catorce kilómetros y regresar. Acampaba en cualquier sitio, pues estaba acostumbrado a quedarse varios días en el desierto sin volver al campamento. Esto es quizá la tercer y más importante causa de la tragedia: su confianza.

EL VEINTICINCO DE Junio se celebró en Sonoita una fiesta Pápaga. Los indios, en prolongada ebriedad desde el día de San Juan convirtieron las calles del poblado en pista de carreras, desbocando y rayando los caballos. Sus atavíos de lujo, de géneros brillantes y tonos estridentes centelleaban por todos lados. Las bandas de música y los borrachos jodieron con tonaditas elementales y repetidas hasta el cansancio. Fue la última vez que vi al ingeniero Bravo Menescal: repetía alegremente un estribillo.

SON LAS TRES de la mañana y no tengo sueño. McGregor acaba de irse. Esta borracho y dice que no volará más si no le pagamos, que tiene mujer y cuatro hijos y necesita cobrar su salario y no perder su tiempo buscando fantasmas que juegan al escondite. Ignoro cómo el Jefe maneja el presupuesto.

LLUEVE, PARECE QUE por primera vez en todo el verano. La lluvia no alcanza el suelo, se evapora antes, y las gotas que de casualidad llegan a tocar la arena, producen un ruido chisqueante, igual al que se oye cuando uno toca una plancha caliente con el dedo mojado…
El gordo del Jefe me ordenó leer a las brigadas los memorándums para que ellos sacaran conclusiones, y regañó al gringo que toda la noche estuvo armando pleito con una mujer que apodan La Jaiba…

EL SÁBADO VEINTISÉIS salimos de Sonoita rumbo a los campamentos en construcción, a los campamentos fijos El Doctor y El Roble, y al provisional en el kilómetro 132. Bravo Menescal manejaba la camioneta Ford 1947, con carrocería de madera, inventariada con el número once. Ese día el Jefe le ordenó repetidas veces que no se internara en el desierto más de quince o veinte kilómetros. Luego dijo algo que molestó a Bravo Menescal y éste arrancó bruscamente la camioneta dejándolo con la palabra en la boca…
El lunes 28, Bravo Menescal y su brigada llegaron al campamento del kilómetro 132. Ahí estaba el sobrestante de construcción de terracerías, General e Ingeniero Molina, un buen hombre, muy esforzado y bonachón, amigo de Bravo Menescal y el primero en salir al desierto en su búsqueda…
El martes 29 partieron en la camioneta número once, el chofer, de quien sólo se conocen sus iniciales, GCM, los cadeneros Heriberto López, Marco Antonio Burciaga y el ingeniero Bravo Menescal. Llevaban dos cajas de madera con comida y cuatro bolsas llenas de agua.
Sólo sacaron un carro. Iban cerca y esperaban estar de regreso al día siguiente (¿para qué complicar el viaje cargando tantas cosas?). Sin embargo, Bravo Menescal y sus acompañantes, sabían que iban a enfrentarse a un gran riesgo (en tierras inexploradas del desierto) por tratar de encontrar un paso entre los más peligrosos médanos. Al partir, según afirma el General Molina, le dijeron:
--Si no volvemos mañana por la noche salga a darse una vueltecita para buscarnos.
Y no regresaron.

EN ESTE MOMENTO el Jefe les niega permiso a los topógrafos para salir al desierto en busca de Bravo Menescal y sus acompañantes. Están en la habitación de al lado. Acaba de llegar un mensajero y dice que se derrumbaron por la lluvia más e 1,200 metros de vía, porque en la línea no hay obras de drenaje que eviten los deslaves; que en Sonoita está lloviendo desde hace dieciocho horas sin interrupción por primera vez en siete años…

AHORA SON LAS ocho de la noche y no hay nadie en el campamento: se llevaron a todos a las terracerías. De día cuidan mucho a los peones de la insolación y la deshidratación. No hay sombra dónde guarecerlos, aparte de las plataformas del tren, y les dan fuertes dosis de café negro y sal para rehidratarlos…

DIÁLOGO ENTRE EL Jefe y el contratista Torrijos, uno de sus protegidos:
--Este material no es de primera clase y no se sujeta a las especificaciones del reglamento. Es preciso que nos surtas los durmientes con las características establecidas por la West Coast Grinding…
--Mira, mira, mira… ¿Desde cuándo me la haces de tanto pedo? Firma de recibido y acuérdate con quién estás hablando. ¿De cuándo acá te me aprietas tanto?

ACABA DE REGRESAR el General Molina sin noticias. La búsqueda fue hasta el kilómetro 154. Dice que allí hay un volcán extinguido con sus faldas llenas de chaparrales y arbustos petrificados.
Otra brigada salió más tarde, muy norteada y sin saber qué zona rastrear…

ENTRE LOS MÉDANOS nacen lirios y azucenas silvestres, siempre en las inmediaciones de las llamadas tinajas, depósitos subterráneos de agua. Parece que estas plantas aprovechan la humedad del subsuelo y aspiran la del ambiente. A veces, tras una sucesión de lomas pardas de arena se descubre un oasis florido, y unos dos metros más abajo hay agua dulce y fría. ¿Cómo es que Bravo Menescal y sus acompañantes no pasaron cerca de alguna de estas oquedades? Con McGregor creemos haberlas revisado todas. ¿Cómo diablos no dieron con su correspondiente tinaja de agua fresca?

DESPUÉS DEL NIÑO ahogado tapan el pozo. ¿Ya había dicho esto? Hoy se ordenó que cada diez kilómetros se establezcan puestos de aprovisionamiento y socorro. Las tiendas que protejan los depósitos serán de color rojo. Habrá en cada puesto altas astabanderas con paños de color amarillo para orientar a los caminantes…

POR FIN ENCONTRARON la camioneta…
Estaba abandonada frente a un banco de arena, un talud largísimo imposible de rebasar con el vehículo. Sus ocupantes se bebieron hasta el agua del radiador y probablemente partieron hacia la costa en busca de agua…
Del campamento fijo El Doctor saldrán algunos automóviles con indios rastreadores pápagos. Un avión Bellanca de la Dirección de Ferrocarriles, piloteado por el capitán Arturo Salazar, también colaborará en la búsqueda…
La costa dista 42 kilómetros del lugar. El Jefe dice que Bravo Menescal y sus hombres ya deben haberla alcanzado. No toma en cuenta que para dar un paso en las dunas de arena deben darse cinco o seis pasos en falso. Nunca antes había trabajado en el desierto.

ENVIAMOS AL BELLANCA cardillo con los espejos de los coches. Desde el aire es muy difícil seguir las brigadas que van por tierra. Los topógrafos afirman que las huellas de los desaparecidos no se localizan hacia la costa, sino que se internan en el desierto…
Las brigadas de rescate son seis, cada una con diez hombres, sin contar el avión que va arrojando agua, comida, refacciones.
¡Cómo me acuerdo de Bravo Menescal! Era muy bueno para el cubilete. Yo no. Miles de veces lo vi arrojar al aire el vaso con dados y recuperarlo limpiamente para arrojar los dados sobre la mesa. Cuando yo quise hacer lo mismo se me cayeron los dados: uno quedó atrás de la sinfonola, otro se perdió y tuve que pagar veinticinco pesos.

LOS TROQUEROS DESCUBRIERON un remedio para evitar que los vehículos se atasquen en la arena y en los pozos de lodo y tierra acampechanada. Lo llaman Salvavidas del Desierto. Consiste en unas láminas de acero hechas con los estribos de los coches viejos que hay en los depósitos de chatarra. Cada camión carga con varias láminas y las usan para, por tracción de las llantas, sacar el carro o el camión del atascadero…

ENCONTRARON LOS CADÁVERES. Ayer en la noche vino el comisario de Sonoita y levantó el acta dando fe de los hechos. El chofer GCM estaba como kilómetro y medio antes que los cadeneros, como a doce kilómetros de nuestro campamento. Desde allí pueden verse las luces, las tiendas de campaña, los vagones de ferrocarril. Suponemos que su muerte fue muy desesperante. El chofer cavó siete agujeros en la arena, enloquecido por encontrar agua. Su cadáver, paralizado, conservará por un tiempo su último gesto: la mano izquierda en la boca, los dientes clavados en los dedos…
Después la brigada siguió hasta hallar a los cadeneros. Molina afirma que Burciaga murió trastornado del cerebro. Lo encontró abotagado y cerca de un pedazo de cholla verde, cactus que come el ganado y que en el cogollo a veces contiene agua…
El cadáver del ingeniero Bravo Menescal estaba a varios kilómetros de allí. Murió contemplando algunas cartas de su esposa: estas estaban semienterradas en la arena alrededor suyo, como resguardándolo de las inclemencias del mundo…

LOS PEONES TIENEN varias hipótesis:
Los cuatro hombres se detuvieron en un lugar Equis del desierto a discutir qué rumbo seguir. Bravo Menescal apenas podía caminar y ahí lo dejaron. GCM le quitó los catalejos y el zaracof y se fue con los cadeneros rumbo al campamento del kilómetro 132 y la costa. Quizás Bravo Menescal se repuso un poco y trató de seguirlos, pero no supo qupé rumbo tomar, insolado y débil. O rendido de cansancio, deshidratado, apenas y tuvo fuerzas para releer las cartas de su esposa, y luego las fue medio enterrando alrededor suyo, en un rito romántico.
Cuatro kilómetros más adelante cayeron los cadeneros, y uno y medio más allá, el chofer…

HACE RATO LLEGARON los investigadores. Dicen que pueden probar que la camioneta de Bravo Menescal y los otros, tiene perforado el tanque de gasolina; que se quedaron sin combustible cuando menos lo esperaban, y no pudieron regresar por eso. Bravo Menescal, según ellos, murió el viernes dos, y sus acompañantes al día siguiente, el sábado tres.

EL JEFE INCAUTÓ la brújula que utilizó la brigada de Bravo Menescal para exhibirla en el Museo de los Ferrocarriles. Molina y los topógrafos dicen que estaba descompuesta y que fue la principal causa del desastre. Sugieren que escriba un informe para firmarlo todos.
El cuerpo de Bravo Menescal parecía casi carbonizado, la cabeza negra y la grasa del cuerpo saliéndosele por el calor. Según Molina, sobre la zona quedó un gran lamparón de grasa.
Los cadeneros Heriberto López y Marco Antonio Burciaga quedaron boca arriba, sin zapatos y sin camisas. Tenían los pies ampollados y el cuerpo lleno de manchas negras. López trató de amortiguar el calor construyendo una enramada de hediondilla; a manera de toldo puso su camisa y la de Burciaga. Tenían sus zapatos y sus carteras a manera de almohadas.
El cadáver de GCM estaba completamente ennegrecido por los efectos del sol; sus miembros tiesos, con una consistencia semejante a la de la madera balsa. Tenía consigo innumerables objetos personales de Bravo Menescal, aparte del zaracof y los binoculares, lo que permite extrañas y aventuradas interpretaciones. También tenía las cuatro bolsas de hule en las que llevaban el agua, vacías, desde luego…

DICTADO DEL JEFE:
Se desató en mi contra la jauría, Un acontecimiento de estos es como un vomitivo para provocar náuseas a causa de la miseria moral de los hombres. Cierto que también es un reactivo para descubrir a los verdaderos amigos o a las personas de corazón bien puesto, aunque éstos sean los menos. Se presenta la ocasión de inculpar a alguien y los pequeños enemigos se frotan las manos, se me echan encima como perros rabiosos: contratistas, ingenieros, aspirantes a ingenieros, peones despedidos del trabajo por flojos, borrachos e incumplidos, ambiciosos de toda laya y hasta fondistas y falluqueros que no pueden vender alcohol en los campamentos. Aquellos a los que no les gusta mi nombre, ni mi posición, y les soy antipático, han comenzado a ladrar, a culparme del lamentable accidente. Me han creado un ambiente hostil…
Etcétera.
Y termina su informe:
Pero a pesar de los ladridos de la jauría, la verdad se impone.
¿Cuál verdad? ¿La de su burocratismo? ¿La de sus cómodos y rápidos viajes en avión y sus comilonas y borracheras en hoteles de primera, muy lejos de la aterradora realidad del desierto? Carajo, espero que se lo lleve la Dientona, la Tía de las Muchachas, la Chifosca…

EL JEFE SOSPECHA que envié a la Dirección un informe secreto en su contra. Dice La Jaiba que anoche andaba borrachísimo en el bule del Turco gritando que nos iba a correr a mí y a todos.
Por otra parte hoy fue ampliamente felicitado por su actuación en el hallazgo de los cadáveres (él dice “descenlace de la tragedia”), cuando tal mérito les correspondería al sobrestante Molina y a los topógrafos que lo acompañaron.
Soplaba un viento de fogón…

1 comment:

Alejandro Martinez said...

Excelente narracion que es parte de un conjunto de relatos. Desafortunadamente este libro esta publicado en una editorial chiquitita de Hermosillo y no es posible conseguirlo.